sábado, 21 de mayo de 2011

Historia de un sapo desgraciado.

No soy el mejor hombre, lo sé, pero siéntete orgullosa de saber que siempre me vas a tener ahí, aunque no me veas, aunque haya pasado tanto tiempo que ya no te acuerdes del color de mis ojos, aunque haya cambiado tanto que no me reconozcas y aunque ya no esté. Siéntete orgullosa de saber que hay alguien dispuesto a dar su vida por ti, a remover cielo y tierra solamente por volver uno de tus rizos, a prometerte que nunca te pasará nada. Siéntete orgullosa, porque hay gente que no puede sentir ese orgullo, y que son tratados como sucios sapos de charca. Pero alguna vez te darás cuenta de que esos sapos también son capaces de sentir, igual que tú,  y que sólo buscan un desesperado beso para que el mundo se dé cuenta del príncipe que tenía dentro, al que nadie vio, y el cual sólo te buscaba a ti, solo a ti, sin importarle nada más, sin importarle siquiera su propia vida, al fin de poder darte un efímero y ligero beso que recuerdes toda tu vida. Pero, cómo no, también viven las princesas dulces y delicadas, que jamás darían un beso a ningún sapo, aún sabiendo que sea un príncipe, por el miedo al qué dirán y a los demás. Es ahí cuando el sapo se da cuenta de que ya nadie más va a quererle, y se vuele a su charca, triste, sabiendo en los doloroso que puede ser el amor. Al poco tiempo, el sapo muere, sólo, sin ser besado por la princesita, y entonces esta llora y se arrepiente, pero ya nada se puede hacer con el pobre sapo, que fue capaz de dar su vida por una mujer cegada por las malas lenguas, que nunca supo valorarle, respetarle, y mucho menos, amarle.

No hay comentarios:

Publicar un comentario